Ruida de prensa: Llega un político, suelta su discurso y no se admiten preguntas. Se va. Los periodistas se van.
Entrevista: El político se sienta. El periodista se sienta. El periodista pregunta lo pactado y el político respondo lo que le de la gana. El periodista ni insiste ni pregunta cosas incómodas.
Esa es la relación de muchos políticos con muchos medios. Se encuentran tan cómodos respondiendo lo que les da la gana, o no respondiendo, a preguntas inútiles porque no incomodan que ya se creen dioses, viviendo en un Olimpo inalcanzable para el resto de los mortales y donde las trivialidades de los pobres ni les llegan ni les importan.
Es lo que debió de pensar Mariano Rajoy cuando en la entrevista que le hicieron en TVE, a la pregunta de "¿España necesita un rescate?" contestó a la periodista que si alguna vez había pedido un crédito hipotecario y que para pedirlo hay que informarse de las condiciones.
La pregunta, inutilísima. Todos sabemos que el rescate es inevitable, sólo nos queda saber cuánto, cuándo y cómo. Y la respuesta, vergonzosa y vergonzante. En el momento en que Mariano Rajoy terminó de contestar, la periodista tendría que haberle dicho que sí, que muy bien, pero que si hacía el favor de contestar a la pregunta. ¿Lo hizo? No.
Y esto no se puede aceptar. No podemos tener ni políticos que no contestan o que contestan lo que quieren ni periodistas que no preguntan ni los hacen sentir incómodos. Un periodista, entrevistando a un político, ha de hacerlo sentir acorralado. Tiene que hacerle preguntas comprometidas y conseguir respuesta a esas preguntas. Porque de lo contrario, si el periodista con pregunta y el político no contesta, más vale que ninguno pierda el tiempo con ruedas de prensa y entrevistas, mejor que desde los partidos manden la información a publicar y ya está. Y así todos cómodos.
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