Acabó por fin. Acabó ayer la peor temporada en la historia del Real Zaragoza. Una temporada infame, llena de ridículos, abominable, con partidos peores que malos, con una gente que cuando pensabas que no podía hacerse peor ¡zas! lo hacía peor aún. Una temporada en la que casi nos vamos a 2ªB y con ello a la desaparición de la entidad, una temporada en la que al final hemos quedado en el puesto 16º a solo 2 puntos del descenso.
Pero no quiero hablar de números, eso ya lo podéis leer en múltiples diarios y blogs y programas de TV y radio. Simplemente quiero decir que, tras el naufragio sufrido por un barco que al zarpar de puerto pensábamos llegaría a un destino que es el ascenso, los pocos restos que han quedado flotando cerca de la orilla tendrán que ser el núcleo de una nueva nave que, esta vez sí, llegue a buen puerto.
Travesía esta que se me antoja imposible si, otro año más y serían muchos seguidos, los armadores no se preocupan de que el barco cuente con un buen capitán y los marineros no sean inexpertos y de agua dulce y sepan nadar. Y si encima el constructor del barco lo deja con una vía de agua que en la misma botadura empieza a inundar el casco, el barco se nos hundirá antes de llegar. Y a todo esto el pasaje harto y sufriendo. Y otro año no tendremos la misma suerte que éste en el que el hundimiento fue cerca de la orilla y se pudo llegar nadando aunque boqueando. Si la próxima temporada no se hace bien nos hundiremos en medio del mar y seremos un recuerdo, otro pecio más en el fondo marino.
Así que más nos vale que el nuevo capitán, Natxo González, sepa llevar el barco con cabeza y diligencia evitando tormentas. Que los marineros, comandados por oficiales de a bordo como Zapater y (si él quiere) Cani y los grumetes recién ascendidos, sepan hacer bien su trabajo y no quieran amotinarse ni abandonar el barco como ratas a la primera señal de zozobra. Y que el nuevo constructor, Lalo Arantegui, sepa encontrar los mejores materiales y que iniciemos la nueva travesía por este ya conocido Mar de los Sargazos con un barco sin agujeros. Y que los armadores, se llamen fundación, propietarios o quienes sean, escuchen la opinión de quienes saben más que ellos, sepan ver las necesidades del club, tratar bien de una vez al pasaje, la afición, que está harto de viajar de tormenta en tormenta sin ver nunca un mar tranquilo. Y que todos, capitán, marineros, pasaje, constructor y armadores, sepamos comprender que quizás el viaje dure más de los esperado, dos temporadas en lugar de una, si así ha de ser para hacer que todo funcione bien y conjuntamente y así conseguir un bloque que sepa navegar bien, que sepa jugar a fútbol de memoria, porque si no no se puede ascender. Pero eso sí, que veamos que, aunque lento, el viaje llegará al buen puerto que es el ascenso a Primera División.
Termino con una grandísima canción del grandísimo Bunbury que creo ilustra bien cómo estamos ahora.
Los restos del naufragio
quedaron esparcidos,
o desaparecidos, o rotos.
Nos queda el presente que
ya es suficiente, y no nos debe faltar.
Nos queda la suerte,
que si se balancea un poco,
nos puede tocar.
Aquí vemos a los naúfragos, apenas agarrados a los restos de la embarcación. |
Así que esperemos que en la próxima temporada la suerte no nos sea esquiva y nos respeten los elementos para así completar una buena travesía y llegar a buen puerto. De momento solo nos queda ver cómo construyen el barco mientras llega la botadura tras el verano.
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