Érase una vez en España un empresario que, cuando el gobierno de Rajoy anunció su reforma laboral, sonrió y se alegró como no pudieron hacerlo en público sus jefazos de la CEOE y CEPYME.
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Imagen de Público TV - Fuente original LaSexta |
"Esta reforma me encanta" se dijo a sí mismo. "Cuando se gaste el convenio les podré bajar el sueldo al salario mínimo, o despediré a alguno para ahorrarme el sueldo y si hace falta ya contrataré a algún otro por cuatro duros mal pagaos y lo echaré cuando me venga en gana", se repetía ufano el empresario.
Y efectivamente, el feliz empresario, que por otra parte nunca había dado nada a sus empleados que no se hubieran ganado (sueldo según convenio y ni un duro más y ojito no te pongas tonto que te vas a la calle a ver si te crees que no tengo dinero para despedirte) consiguió echar a cuatro de sus doce trabajadores. Total, le quedaban otros ocho para hacer todo el trabajo. Y si no llegaban, les aumentaba las horas de trabajo pagándoles lo mismo. O menos, que para eso se lo permitía la reforma laboral del grandioso Rajoy.
Y lo mismo que hizo él, lo hicieron otros muchos empresarios. Y durante unos meses, ganaron más dinero pues se ahorraban mucho en salarios.
Pero poco tiempo después, la cosa empezó a flojear: fueron tantos los empresarios que aprovecharon para despedir gente y así incrementar sus beneficios que las listas del paro crecieron hasta más de 6 millones de personas, de los cuales una gran parte no tenia ya ningún ingreso pues ya se habían comido el paro y los subsidios. Y esa gente, claro, no consumía. Así que los empresarios comenzaron a vender menos, pues no había quien comprara sus productos. Sí, algunos resistían con las exportaciones pero ¿qué hacían por ejemplo los propietarios de talleres?¿Acaso algún alemán iba a venir hasta España a arreglar su coche? Y como vendían menos, hicieron menos pedidos así que distribuidores y fabricantes empezaron a tener menos ingresos. Como resultado, todos volvieron a bajar sueldos y a despedir gente, eso sí, como último recurso. Como consecuencia, poco tiempo después la cifra de parados aumentó hasta los siete millones y muchos empresarios pasaron de vender menos a no vender, y tuvieron que cerrar. Y más gente fue al paro.
Entre tanto, el gobierno había subido el IRPF y el IVA para intentar obtener de ese modo los ingresos que dejó de tener debido al bajón en el consumo interno. Esto, por supuesto, en lugar de ayudar a remontar el consumo, lo frenó más pues la gente todavía tenía menos dinero para gastar además de más inseguridad laboral. Y el gobierno se encontró con más de ocho millones de parados y con unos ingresos irrisorios.
Y entonces llegó lo inevitable: la prima de riesgo de España subió hasta más de 1000 puntos, los mercados dejaron de comprar deuda española a corto plazo porque sabían que no iban a recuperar el dinero y España se vio abocada a la más absoluta bancarrota porque no podía devolver el dinero prestado.
Entonces, los organismos internacionales acordaron un rescate para lo cual el gobierno español tuvo que reducir todavía más los sueldos de los funcionarios y las pensiones, y terminar con la mejor política sanitaria del mundo para pasar a un modelo privatizado, al igual que con la educación. Y tuvo que hacer otra reforma laboral que quitaba todavía más derechos y bajaba todavía más los sueldos, y las calles de España se tornaron oscuras e inseguras, pues la policía no patrullaba porque no había fondos y la gente, que apenas unos años antes vivía con tranquilidad, ahora se las veía y se las deseaba para acabar el día habiendo comido una sola vez.
Para entonces, el empresario que se alegró con la reforma laboral de Rajoy hacía cola para comer en un comedor de beneficencia pues, aunque tardó más, también se quedó sin dinero como tantos millones de trabajadores que acabaron en la calle gracias a que cuando el gobierno publicó su reforma, aplaudieron con las orejas viendo que podían ganar aún más dinero costara lo que costara.
Esperemos que no sea este el cuento que lean los padres a sus hijos dentro de doscientos años y que nunca se haga realidad, pero caminico llevamos.
Por supuesto no quiero decir que todas las empresas ni todos los empresarios vayan a hacer esto pero si el mismo gobierno dice que la reforma no creará empleo y la CEOE pide tres años para ver los primeros resultados ¿qué quieren que pensemos?